La escuela de la
selva.
Había una vez, una escuela en medio de
la selva, donde iban todos los animales. Todos acudían muy contentos a aprender
y a jugar, hasta que un día, el grupo de los hermanos leones, como eran los
hijos del jefe del pueblo, decidieron que algunos animalitos no podían jugar
con ellos en los recreos.
_ Eres muy lento _ le dijeron al
caracol.
_ Y tú muy torpe con esas patas tan
largas. El otro día te enredaste con ellas y te caíste_. Le dijeron a la
jirafa.
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Y de esta forma, no dejaron jugar al
elefante porque era muy grande y a veces les pisaba, al hipopótamo porque era
muy gordo, al cuervo porque sólo sabía volar y al erizo porque si se
despistaba, los pinchaba con sus púas.
Pronto en el recreo hubo dos grupos:
el de los animales rápidos y bonitos y el de los animales que ellos
consideraban diferentes a ellos sólo porque no eran capaces de correr rápido
en el patio del recreo. Algunos animales intentaron hacerles comprender que
había más juegos que correr sin parar en los que todos podrían participar,
pero no quisieron saber nada de cambiar a otro juego en el que no fuesen los
mejores.
Sucedió que un buen día el río que
pasaba por el pueblo en el que vivían comenzó a llevar muy poca agua, hasta
que terminó secándose y como era verano y hacía mucho calor, los animalitos
comenzaron a pasar sed al secarse los pocos charcos que había.
Se reunieron todos los papás y mamás
de los animalitos en asamblea y decidieron que irían río arriba para ver qué
había sucedido con el agua.
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El jefe león envió a la mamá cuervo
para investigar. Uno de los cachorros leones dijo:
_ Tendría que ir uno de los animales
que sabe correr rápido, el cuervo es lento comparado con nosotros_. Pero el
papá león, no hizo caso.
Al cabo de unas horas, volvió la mamá
cuervo y les dijo que parte de una montaña se había derrumbado sobre el río y
lo había taponado y por eso el agua no podía pasar.
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Todos los animales se pusieron en
camino para solucionarlo.
Al llegar, los animalitos al igual que
hacían en el patio del recreo, quisieron lucirse, pero resultó que ser los
más rápidos corriendo, tener las rayas más bonitas o las garras más afiladas,
no servía para nada y tuvieron que quedarse apartados viendo como sus
compañeros hipopótamos con su fuerza, ayudaban a los mayores a quitar piedras
del río. Las torpes jirafitas podían ver con sus largos cuellos cuáles eran
las piedras que debían quitar primero y las arañitas tejieron varias cuerdas
muy fuertes que ayudaron a coser los erizos con sus púas para que los
elefantes pudiesen tirar con sus trompas de las piedras más pesadas.
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Los animalitos comenzaron a sentirse
mal viendo cómo el agua volvía al cauce del río y ellos no eran capaces de
ayudar. Cuando por fin quitaron todas las rocas y piedras, volvieron todos al
pueblo. Los animalitos que en su día pensaban que eran los mejores, iban
tristes y cabizbajos mientras los otros papás felicitaban a sus compañeros
por haber ayudado tan bien.
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Al día siguiente, cuando llegaron a la
escuela, estaban muy avergonzados y al salir al recreo, se sentaron en un
rincón.
Sin embargo, se quedaron muy
sorprendidos cuando se les acercaron un par de jirafas y un elefantito y les
invitaron a jugar.
_ Pero si nosotros nunca os dejamos
jugar con nosotros_ dijo un sorprendido tigre. A lo que contestó el
elefantito:
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_ A nosotros no nos importa. Sólo
queremos que todos juguemos juntos y lo pasemos bien. Aunque no ganemos
jugando a correr. Hay otros juegos en los que podemos ganar, aunque lo que
realmente importante es jugar todos juntos, no quién sea más rápido o mejor.
Cada uno de nosotros es bueno en una cosa como visteis ayer en el río. Aunque
somos muy diferentes entre nosotros, todos sabemos hacer algo bien y que
sirva para ayudar a los demás cuando lo necesitan. Eso, es lo importante.
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Y desde aquel día, los
animalitos volvieron a jugar todos juntos. Unos días tocaba correr y otros
saltar, trepar o nadar. Ya ni les importaba quién ganaba, porque al fin y al
cabo lo importante, era que juntos, se los pasaban mejor.
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